Por. Prof. Arnaldo Miranda Tumbarello
Foto. Cortesía
A través del tiempo la humanidad ha sido azotada por diversas pandemias. Baste recordar la peste bubónica, cuyo brote más significativo tuvo lugar en pleno siglo XIV, (1347-1353), la fiebre amarilla que asoló distintas poblaciones y que uno de sus epicentros estuvo radicado en Buenos Aires hacia 1871, y muchas otras enfermedades infecciosas diseminadas por todo el orbe.
Pero hoy, nos toca vivir un tiempo muy especial y de prueba, merced a la expansión de este nuevo virus (Covid 19), el cual nos debe brindar un espacio para la reflexión y el análisis.
Sin dejar de reconocer el carácter calamitoso de los flagelos mencionados, nos preguntamos si no hay otros males, quizás peores, que causaron y causan verdaderos estragos. Nos referimos a la ignorancia, la inconsciencia y la incoherencia, auténticos trastornos que muchas veces, estimulan o acentúan buena parte de aquellas.
Ignorancia, al desestimar o fingir desconocer hechos que son públicos y notorios, restándole trascendencia o creyendo que se solucionan por sí solos y no adoptar, en el caso de la dirigencia, ni acatar, en el de la ciudadanía, medidas y recaudos lógicos y adecuados.
Inconsciencia, al actuar en forma desaprensiva y procaz, sin cuidarse ni velar por el bienestar colectivo.
Incoherencia, al proceder en forma necia o sin hilos conductores entre lo que se escucha, se dice y se hace.
Y si bien, por fortuna, son los menos quienes incurren en las actitudes antes descritas, hacen peligrar el quehacer de quienes trabajan con denuedo para paliar esta y otras complejas situaciones.
Indudablemente no escapa a nuestro análisis, el hecho que para nadie resulta fácil un distanciamiento social preventivo y obligatorio, dado que el mismo representa un cambio abrupto en costumbres arraigadas y una situación para muchos inasequible de sobrellevar.
Una de las claves del éxito es acomodarse en forma paulatina a nuevos contextos, viendo posibilidades en las adversidades, aplicando la resiliencia a través de abordajes inteligentes, reflexivos y coherentes. Ellos mismos nos conducirán a manejos racionales, responsables y asertivos.
A su vez, las cualidades nombradas nos acercarán a la filosofía primera, definición que el gran Aristóteles otorgó a la metafísica, saber que investiga los principios íntimos del ser y causa suprema de todas las cosas.
Si intentamos poner en práctica estos preceptos podríamos revertir o morigerar la situación creando mayor conciencia general, comprobaremos que no es tan difícil lograr lo que la realidad actual nos impone y que grupos humanos empáticos y en cohorte han salido airosos de situaciones puntuales mucho más dramáticas.
Respetemos las normas, seamos solidarios! Quedémonos en nuestros hogares, aquellos que podemos y debemos hacerlo, de tal modo lograremos salir adelante. EPLURIBUS UNUM!